Elkin Restrepo es un poeta que cuenta historias. Un poeta que, como todo excelente escritor, cuida el lenguaje hasta la obsesión con el fin de que no se note; con el fin de que cada palabra corresponda a lo que narra y cada adjetivo le dé color y sabor a la escena. Elkin Restrepo es un creador que adora el cine y, entonces, elabora sus historias con la precisión verbal del poeta y con la fluidez del que cuenta una película.
El resultado de esa mágica carpintería verbal y narrativa es La bondad de las almas muertas, un libro de excelentes cuentos en donde hay por lo menos dos que mi deleite de lector convirtió en joyas —Ardid e Intentando el paraíso—, claro, es la opción de lo mejor dentro de lo excelente porque en La bondad de las almas muertas la calidad es alta y la variedad de registros aumenta el placer del lector. Aquí hay realidades inventadas, insólitas y desopilantes, aquí aparecen los triángulos amorosos, y el desamor y la necesidad, la ternura y la violencia entre parejas; aquí las voces narrativas van desde la de un niño hasta la de uno de los personajes, y siempre el tono es apropiado y justo. La bondad de las almas muertas es una excelente compañía para quien quiera disfrutar de una prosa deliciosa aplicada a contar historias.