Desde tiempos remotos, el hombre se valió de relatos cuyos protagonistas eran animales para preservar y pasar de generación en generación la manera en que cada pueblo comprendía el mundo e interpretaba la vida.
A cada animal le asignó una personalidad, virtudes y defectos propios de los humanos. Así, el jaguar es poderoso pero tonto; el zorro, astuto; la serpiente, insidiosa; los monos y los conejos, picaros e ingeniosos; el cuervo, malvado y ladrón; la lechuza y la tortuga, sabias y justicieras.